sábado, 10 de diciembre de 2011

Diferente


Me hicieron ser diferente a fuerza de golpear mis oídos, mi corazón y mi conciencia... me hicieron ser fuerte, me ayudaron a crecer sabiendo quien soy, me regalaron valor para gritar mis convicciones... Me hicieron ser yo misma, única y diferente, aunque pagué un precio muy alto por ello y de forma indirecta también lo gagó ella, mi hermana.

Las escuelas estaban situadas a las afueras del pueblo, eran dos edificios, el de las chicas y el de los chicos, cada edificio se dividía en dos uno para los pequeños y otro para los mayores... en total cuatro clases, niñas de 6 a 10 años, niñas de 11 a 14, y lo mismo para los niños, el patio del juegos era común para todos, pero apenas coincidíamos en el tiempo de recreo... La maestra de las pequeñas era una señora sorda y algo extraña, mi recuerdo de ella es difuso, me enseñó cosas, y me castigó en pocas ocasiones, creo que yo le caía bien porque era una niña inquieta y curiosa.

El paso a la clase de mayores ya me dejó otro recuerdo mucho más claro, demasiado claro... y es que escuchar cada día varias veces que no eres cómo tu hermana mayor deja huella, la frase más escuchada en esos años fue: Qué diferencia a tu hermana, ella tan buena, tan callada, tan aplicada... cuanta guerra das tú, que impertinente eres, hablas mucho, juegas mucho... uffff.

Y cada día hablé más, jugué más y estudié menos... Incluso en algún momento miraba a mi hermana entre la envidia de no poder ser cómo ella y el valor para gritar que yo era yo... No sé que entendían aquellos maestros por educar...  los maestros de los chicos eran peores, pegaban reglazos en las manos, el de los mayores, incluso sacaba a pasear de vez en cuando a " su señorita" el cinturón, con el que imponía su ley a los chicos más rebeldes... y claro, con esos ejemplos, o te hacías tremendamente obediente, o eras el mayor de los rebeldes.

A pesar de todo tengo recuerdos gratos de los días de clase, siempre una pelota, siempre las risas, los juegos, los ríos de España cantados de memoria... los días de lectura, obligatoriamente Don Quijote de la Mancha y Guirnaldas de la historia... y saltar a la comba, y...

 Afortunadamente quiero mucho a mi hermana y ella lo sabe.

martes, 6 de diciembre de 2011

Primavera del 68


 Era la primavera del 68 y yo no había cumplido los 10 años, la comunicación por aquel entonces era grande entre los vecinos del pueblo, las personas despertaban, asomaban la nariz a la puerta de casa y ya estaban comentando unos con otros el comienzo de cada jornada... en cambio, comunicarse en las distancias era complicado.

 En el pueblo había muy pocos teléfonos, la centralita y alguno más supongo, cuando querías hablar con alguien "pasabas" a verle y cuando alguien enfermaba por la noche, la familia iba corriendo a buscar al médico a su casa...

 Con los seres queridos que vivían fuera de allí nos comunicábamos por correo, (cartas escritas de puño y letra) y cuando había que hablar por teléfono se pedía una conferencia en la centralita, te decían vuelve en media hora y esperabas a que la otra persona fuese avisada en su casa y acudiese a la centralita más cercana para hablar con ella.

 Era la primavera del 68, mi padre había ido unos meses a trabajar a Francia, (cómo cada año) aunque esta vez la primavera fue muy complicada, en el país vecino había una situación política difícil, mi madre se pasaba el día pegada a la radio escuchando las pocas noticias que llegaban, mis hermanos y yo no podíamos entender otra cosa que el miedo en sus ojos, yo no entendía esa palabra nueva, "huelga" y no me atrevía a preguntar nada, no llegaban cartas de mi padre, ni de los otros hombres del pueblo que estaban en Francia... las mujeres andaban preocupadas y los niños en las nubes, recuerdo el día de San Antonio porque había verbena en la plaza, siempre íbamos un rato a la verbena con los demás niños... pero ese día mi madre no nos dejó ir, nos mandaba a la cama después de cenar porque no estaba bien que mi padre pudiese estar, "no se sabía cómo" y nosotros de verbena, y entonces, mi hermana mayor se enfadó y se fue a la cama sin cenar, yo dije que la seguía y mi hermano pequeño se unió a nosotras... y sin saberlo, hicimos nuestra huelga... aunque mi madre entró varias veces a preguntarnos si teníamos hambre, y cada vez que preguntaba, pensábamos, si pregunta otra vez cenamos, las chicas no lo hicimos, mi hermano, (que al ser más pequeño no le cabía un gran enfado en el estómago) a la tercera vez de repetirse la pregunta, respondió con otra pregunta: Mamá ¿Qué había para cenar?

Resulta extraño imaginar ahora, cómo era cuando nuestra mano terminaba en dedos, no en un móvil, resulta extraño creer lo dificil que era hablar con alguien que estaba a unos kilómetros de distancia, pero yo recuerdo cuando mi madre me mando a la centralita a pedir una conferencia con Francia, y la de veces que tuve que ir porque no había manera de poder comunicar con mi padre, y mi madre que necesitaba hablar urgéntemente con él... debía saber que mi abuela, (su madre) estaba muy enferma... y resulta extraño recordar, que después de varias horas de idas y venidas a la centralita, para cuando mis padres lograron comunicarse, ya doblaban las campanas por ella...

 ELLA: mi abuela Pilar

Era cabellos blancos
y corazón amable.
Era música y nostalgia,
era abrazos que acunan
y era manos que peinan,
y miradas cansadas.
Era mi propio nombre
que entonces era suyo.
Era parte de mí,
yo lo sabía.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Otra vez encerrada


 La primera vez que recuerdo haberme sentido encerrada fue en un lío de sábanas de cuna... la segunda vez fue entre los barrotes de una ventana, tendría yo alrededor de 6 años y la verdad es que me costó mucho rato y la ayuda de varias personas mayores sacar la cabeza de allí... la tercera vez no fue en mi casa.

 Aquel verano fue muy especial, pasé un mes en Huesca, en casa de mis tíos... nunca había estado fuera de casa más de un día. Mis tíos vivían en un bloque de viviendas que se cerraban alrededor de un jardín, y allí bajábamos a jugar mis primos y yo con los niños vecinos; al otro lado de la calle había otro bloque parecido, y los niños de esas viviendas pasaban algunas veces a nuestro jardín, otras veces éramos nosotros los que visitábamos su terreno, había una rivalidad entre los dos grupos y casi siempre terminábamos en pequeñas peleas.

 Descubrí muchas cosas aquel verano, una pequeña ciudad que tenía un parque precioso, que los niños no podíamos salir solos lejos de casa, un cine muy grande en el que vi una peli de Cantinflas, y que yo no era la niña más traviesa del mundo... la paciencia de mi abuela para hacernos mil peinados diferentes en un rato a mi prima y a mí, y que, por más que lo intentase no podía comer alubias...

 Aquel verano fue especial, el "La la la" había ganado Eurovisión y creo que fue la canción del verano, al menos en el jardín de nuestros juegos siempre se escuchaba a lo lejos sonando en la radio de algún vecino. Mis tíos vivían en el cuarto piso, el ascensor tenía dos pequeñas puertas que se abrían hacia adentro y otra grande de rejas en cada rellano, los niños teníamos prohibidísimo utilizar solos el ascensor y la portera daba mucho miedo, así que ese verano subí y baje muchas escaleras.

 El día de mi encierro estábamos jugando en el jardín del bloque vecino, no sé el motivo, pero empezamos otra de nuestras peleas, los "capitanes" de ese jardín eran dos hermanos de mi edad con mucho caracter, y los líderes de nuestro grupo éramos mi primo y yo, así que cuando la cosa se puso fea nuestros amigos habían salido corriendo ya, y mi primo seguía conmigo en la brecha, pero también terminamos huyendo perseguidos por los hermanos hasta el portal de nuestra casa... entramos, entraron, la puerta de rejas del ascensor estaba abierta, nos metimos y mientras mi primo agarraba con todas sus fuerzas para que no abrieran desde fuera, yo le di al botón del cuarto, el ascensor empezó a subir... desde abajo, los hermanos le daban al botón de llamada, el aparato hacía amago de bajar, y yo apretaba otra vez el botón de subida, los hermanos desde abajo volvían a llamarlo... así hasta que el ascensor se volvió loco y se quedó colgado entre dos pisos... El rato del encierro, los gritos de la portera y los vecinos; mi primo y yo entre asustados y aterrados por la que nos iba a caer, todavía les gritamos a los hermanos que ya la pagarían... en realidad quienes pagamos fuimos nosotros.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Mi primera comunión


Hice la primera comunión un Domingo de Resurrección, un día de Abril. La hice en compañía de otra niña y dos niños porque nuestros padres se marchaban a trabajar unos meses a Francia y no estarían el día de La Ascensión.

Me vistieron de monjita y me pusieron unas preciosas sandalias nuevas, blancas y limpísimas. No habría dado ni diez pasos cuando sentí resbalar uno de mis pies, conseguí no caerme pero había pisado una caca de perro y tuvimos que regresar a casa para que mi madre me limpiase. La ceremonia transcurrió con normalidad, salvo porque olvidé las ultimas estrofas del verso que tenía que recitar y tuve que inventarme un final improvisado, nadie pareció darse cuenta.

Ya en calle de nuevo me rodearon todas las personas más altas del mundo, (al menos eso me parecía a mi) sólo veía cabezas y un círculo de luz sobre la mía, unos invitados me entregaban un regalo pero las manos de mi madre, que me conocía bien, se apresuraron para alejarlo de mi alcance. Todos se pusieron en camino hacia mi casa para la comida; y yo detrás de ellos con la ilusión y la incertidumbre pisándome los talones.

Durante la comida me olvidé del regalo, pero cuando ya los mayores tomaban el café, me despisté de todos y fui corriendo a la habitación donde había visto guardar mi "sorpresa", allí estaba, encima de una cómoda muy alta, altísima; estiré los brazos, me puse de puntillas y agarré con fuerza aquella preciosa caja..., un instante, el golpe en la nariz, el dolor, la sangre manchando el vestido, el susto de mi prima... y varias manos tocándome las narices, (para limpiarlas).

Y la caja por el suelo.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

El tesoro del pirata


 En casa había un corral, cómo en todas las casas del pueblo, y en el corral se criaban conejos y gallinas, los conejos estaban encerrados en una gran jaula y las gallinas correteaban libres por el corral, (años más tarde, me apenó mucho que mi niño chiquitín confundiera a las palomas de la Plaza del Pilar, llamándolas gallinas).
 Al parecer, las gallinas no deben de ser tan tontas cómo creemos, no les gustaba nada "regalarnos" sus huevos, y acabaron escondiéndose en ese rincón para ponerlos, se metían por esta entrada que era reálmente pequeña y cómo mi madre no podía entrar a cogerlos, me encargaba yo de hacerlo.
 A simple vista se puede pensar que era una tarea desagradable, pero para mí era estupendo, me entretenía mucho dentro de esa pequeña cueva y mi madre siempre salía a buscarme impaciente, pero es que allí según me contó mi abuela, un abuelo suyo escondió una vez el dinero que le pagaron por una cosecha... ¡Un tesoro! yo me pasaba el tiempo soñando con encontrar el tesoro escondido por ese tatarabuelo que yo disfrazaba de pirata en mi imaginación... Hasta que mi madre venía a recordarme que yo estaba al otro lado del cuento.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El río



En primavera nos gustaba ir a jugar a la orilla del río, mojarnos los pies, coger flores y, sobre todo, buscar cucharetas, había muchas, jugábamos a ver quien las aguantaba más en la mano, a mí el tacto de las cucharetas me daba escalofríos.

No es que entonces el río fuese muy caudaloso pero siempre había agua, decían que el Señorgarcés se bañaba allí cada día, incluso en invierno, que rompía el hielo y se metía completamente desnudo. También decían que por eso estaba muy sano... El Señorgarcés era otro personaje extraño, le gustaba que los domingos, a la salida de misa, fuésemos todos los niños a saludarle y le llamásemos tío, entonces él nos daba una peseta para que comprásemos caramelos... creo que a su señora no le gustaba mucho ver una fila de niños a su alrededor, ella (siempre muy elegante) se marchaba calle abajo con la cabeza alta y el paso digno.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Estrafalaria


 Los domingos por la mañana había que ir a misa, mi madre nos aseaba con esmero, (aunque eso lo hacía cada día) nos ponía los vestidos bonitos, ella se pasaba horas cosiendo para que tuviesemos un vestido especialmente bonito para los domingos, a mi hermana y a mí nos los hacía iguales y a mi hermano le hacía una camisa como nuestros vestidos y un pantalón que combinase y cuando íbamos a misa estábamos guapisimos. En la iglesia había un lado de bancos de mujeres y otro de hombres y hacía mucho frío, creo que incluso en el verano hacía frío allí.
 Cuando terminaba la misa, yo me marchaba con mis amigas a pasear por la carretera, entonces apenas pasaban coches y la carretera estaba bordeada de árboles, nos sentábamos en los malecones... en el centro se sentaba "ella"... ella era la señora rara, se llamaba Josefinacuartero, y a las madres no les gustaba que hablasemos con ella, por eso nos encontrábamos en la carretera, a la salida del pueblo... Josefina nos contaba historias fantásticas que nos llevaban a sitios increibles, la escuchábamos embelesadas... entre otras cosas supimos por ella que hay siete cielos, que la vida no termina con la muerte, que el quinto cielo, (en el que ella ya había estado) era el más bonito. Aunque en el pueblo la llamaban "estrafalaria"... estrafalaria es una definición de persona extraña que no se comporta de acuerdo a ningún patrón estrablecido, sin llegar a loca, porque loca ya sería que es peligrosa... estrafalaria era una persona a la que los mayores miran por encima del hombro y a quien los niños miran con asombro. A Josefina la mirábamos con asombro embelesado, nos regalaba estampas de santos, escapularios, medallitas de alguna virgen... pero el mejor regalo que nos hacía eran sus increibles historias.
 Luego al llegar a casa, cuando las madres preguntaban dónde habíamos estado, mirábamos para otro lado mientras respondíamos: por ahi, dando una vuelta.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El barbero


El Señor Dionisio era el practicante de mi pueblo, que no es que practicase nada, ponía las inyecciones, también era barbero y sacaba las muelas... En el patio de su casa tenía la barbería, una puerta la separaba del cuarto donde ponía inyecciones y sacaba muelas, yo a mis 6 añitos era asidua a ese cuarto y recuerdo encontrarme allí siempre a la niña que se hizo mi amiga unos meses después, éramos las únicas niñas que no lloraban nunca por que nos pincharan... bueno yo entonces apenas lloraba por nada, creo que comprendí pronto para lo poco que servía.
El barbero de mi pueblo también fue el encargado de ayudarme a llegar al mundo, decía mi tía que yo llegué metiendo prisa y el médico no pudo asistir al parto, así que fueron las manos del Señor Dionisio, al que fueron a buscar al huerto, las primeras que me encontré.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Leches



 Mi casa era una casa grande, o yo muy pequeña, estaba en lo alto de la cuesta que forma mi calle, una calle larga... bueno puede que no tan larga, pero para recorrerla entera yo tenía que dar muchos pasos.
 Mi primera maestra se llamaba Doñamaria, sólo recuerdo que era mayor (vieja), aunque a mis 4 años me parecían viejas casi todas las personas... recuerdo que al entrar en la escuela había un olor a leche en polvo, la leche que desayunábamos cada mañana allí por obra y gracia de los americanos, y los rezos, no, no era un colegio de monjas, era la escuela de un pequeño pueblo... y en el mes de Mayo, todas las tardes cantábamos: Con flores a María.
 Y el amigo de mi hermano que estaba convencidísimo de que cuando él fuese maestra y Doñamaria fuese chico, no la pasaría de la "O".
 Y la pelota escapando de mis manos calle abajo, y mi vecina enfadada por nuestros juegos en la calle, y... qué oscura estaba la esquina de la calle en las tardes de invierno.

Segunda afirmación: todo parece muy grande cuando tu eres muy pequeño.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Curiosidades


De niños tenemos una curiosidad desmedida, la mía me llevaba a descomponer todo lo que caía en mis manos. Me contaba mi madre que cuando ella estaba muy ocupada, me ponía en la cuna con una muñeca y yo me queda a un rato callada y feliz, eso sí, la pobre muñeca quedaba con los brazos arrancados y descabezada. Una día cuando terminé de descomponer la muñeca, comencé a desenroscar la "pera" (ese antiguo interruptor de luz)... y cómo entonces la corriente eléctrica no se desconectaba, me dio un chispazo, un grito alertó a mi madre y se quedó instalado en mi memoria.

Primera afirmación, desde chiquitina mi curiosidad no conoce barreras.

Segunda pregunta, ¿En cuántos pedazos se puede descomponer un artilugio de aquellos?

viernes, 11 de noviembre de 2011

Quién sabe




¿Quién sabe cuando empiezan los recuerdos?
Me recuerdo muy pequeña durmiendo en la cuna, desperté sin poder moverme, algo me tenía atrapada, estaba oscuro... La sensación era terrible, yo tan pequeña, todavía vivía en un mundo desconocido del que no entendía nada.

Me rescataron las manos de mi madre de mi extraña prisión... pero aun creo recordar su voz cuando me buscaba entre las sábanas... Y recuerdo haber visto la luz cuando conseguí sacar la cabeza de aquel lío de ropas.

Primera pregunta, ¿Cuando empiezan los recuerdos?

Mujeres


Las mujeres de mi familia, que ya no están físicamente conmigo, pero si miras en mis adentros, encontrarás una huella profunda de cada una.

Mi madre fue una gran señora, cómo todas las madres. Ella soñaba cada día con escapar del cuento que le fue adjudicado. Me senté muchas tardes a escuchar sus silencios, mientras ella remendaba sonrisas al son de dos caricias, y todavía le sobraba una mano para batir ternuras hasta el punto de nieve. Ella, a la que no me atrevía a formularle mis preguntas por temor a asustarla; a la que siempre acudo cuando me puede el miedo, y a la que jamás he podido explicarle las cosas que me escuecen... en el fondo estoy segura de que siempre las supo.

 Mis abuelas, tan diferentes ellas, mientras una rezaba y se afanaba por echar una mano en todas las tareas de la casa, la otra me enseñaba el valor para afrontar la vida con hermosas melodías, peinaba mis cabellos y acunaba mis duendes para dormirlos.

 Mi tía paterna, siempre con una canción en los bolsillos, amaba la música y añoraba en ella los pasados. Algunas veces sentía la necesidad de la tristeza, y cantaba, ella siempre cantaba para mecer las penas y acallarlas. Y las otras tías, siempre cerca, porque en aquel tiempo de mi niñez, la familia era extensa y cercana. 

De todas ellas pude aprender mil cosas, la generosidad, el pudor, la incansable entrega a la familia.


jueves, 10 de noviembre de 2011

La llegada


Mi abuela hubiese dicho que corría el mes de Octubre, y mi tía le respondería que era yo la que corría. Al parecer tuve mucha prisa por meter las narices en este absurdo mundo y no pensé dos veces la locura que hice. Tanta prisa tenía que perdí en el camino mil cosas necesarias, según dijo mi madre me olvidé la cordura, un poco de prudencia y unas cuantas paciencias.

Y claro, con las prisas, se quedaron rondando por el mundo anterior mil y alguna respuesta, ahora que ya es tarde y yo me hago preguntas, a ver quien es el listo capaz de responder.