miércoles, 5 de septiembre de 2012

Las vendimias


Hace unos días estuve en mi pueblo, todo ha cambiado, todo es mas ajeno; hace calor, el ultimo calor del verano, y ya huele a vendimia... Estas son las dos cosas que me reclama la memoria con insistencia.

 El calor, los veranos adolescentes, (la edad del pavo) pues eso, que era genial cuando llegaba el verano, todas las tardes, después del trabajo, encontrábamos una excusa para recorrer las calles del pueblo con las motos, despertando todo tipo de "habladurías", como diría mi madre... Y los domingos... bueno, los domingos de verano, primero un bañito en "la piscina" con todo el grupo, chicos y chicas, aun no entiendo como mi padre callaba, (con lo estricto que fue con mi hermana) y luego un paseo hasta El Santo, motos para arriba, motos pata abajo, haciendo ruido. Y para cerrar, a bailar a la discoteca de Cariñena; vamos, un no parar, y lo de mi padre, para no entenderlo. Parece ser que conmigo bajó la guardia y se rindió a mis encantos, o a mis pulsos, mi constancia contra su disciplina.

La vendimia, llegaba cerrando siempre los veranos; y el pueblo cambiaba, se llenaba de chicos, olía a uvas, a otoño, a calor rezagada, a lluvia prematura... olía a vida.

En el pueblo se podía separar a la gente por grupos: 
A- lugareños
B- forasteros
A su vez, los forasteros se dividían en:
A- hombres
B-chicoooos
Y los chicos, en:
A- trabajadores
B- estudiantes
Pero todos los forasteros tenían algo en común, venían a vendimiar. Aunque todos los chicoooos hacían mucho mas que vendimiar, le daban otra emoción a ese pequeño mundo. Nos sonreían, nos hablaban, incluso, bailaban con nosotras para desespero de los chicos del pueblo.

 He de reconocer que me emicionó un pelín aquel muchacho que me juró que se pondría delante de un coche si yo no le hacía caso, y mi amiga, que bruta ella,- En cinco minutos paso yo con mi furgoneta, éstate quietecico aquí.


 En fin, cosas de la adolescencia del calor, de las uvas maduras y la lluvia temprana.

sábado, 2 de junio de 2012

Quince años



  Los quince años son el mejor año de la vida, al menos desde el recuerdo. Sé que fue complicado vivirlos, pero tambien hubo sus emociones nuevas y con esto último me quedo, al menos esto es lo que quiero contar.

Lo más complicado fue, tal vez, hacerle entender a mi padre que no era facil atarme a sus prohibiciones, el hombre estaba acostumbrado a que mi hermana mayor no las cuestionara y se limitara a sufrirlas. a los quince años son muchas las cosas que una chica quiere vivir y sus padres se asustan, sobre todo si esa chica es un poco rebelde.

La primera cuestión era salir al baile de Cariñena, (el pueblo vecino) lugar de reunión de la juventud de todos los pueblos de la comarca, eso no era demasiado dificil si mi hermana y su novio estaban por allí. Era la primavera, la primavera de mis quince años... de lunes a sábado el trabajo, los paseos con las amigas, los chicos de mi pueblo... Y llegaba el domingo, por la mañana a misa, o esa era la excusa, el paseo por la carretera y los preparativos con las amigas; qué te pondrás esta tarde, como nos maquillamos, las botas de tacón... Y llegaba la tarde, y las mariposas se despertaban en la barriga, un paseo antes de entrar al baile, las miradas, la entrada, ( he visto antes a este chico y ahora me está mirando) y si ademas bailabas con él y te hacía reir, y soñabas...

Llegó el verano, yo tenía primos en Huesca y era San Lorenzo... ¡¡¡Y me marché a las fiestas!!!

Mi madre me hizo un vestido largo hasta los pies, aquel verano estaba de moda, yo era "una chica moderna" y a mi madre le encantaba hacernos ropa bonita, para entonces yo ya ayudaba mucho en la costura.

En cuanto llegué a Huesca ya tenía preparado un grupo de chicas con quien salir, me llevaron de peñas, (menos mal que mi padre no andaba cerca) y allí estaba él, 18 años, alto, sonriente, guapo... -¿Bailas conmigo? ¡Uf!
Y voló el tiempo, y pasó la noche en un suspiro... bailamos, y brincarón millones de mariposas por aquel baile; y salimos de allí cogidos de la mano. - ¿Nos vemos mañana en la feria? y nos vimos... Tres días estuve en las fiestas, tres días colgada de su mano, sin otra pretensión, ni siquiera un beso en la mejilla, bueno sí, al despedirnos, un beso y dos lágrimas. - Te escribiré.

Nos escribimos, durante un tiempo nos escribimos cartas de las de antes... y el muchacho corría.- Me voy a comprar un coche, iré a verte, hablaré con tus padres... Y yo con quince años a las espaldas y un  susto enorme le pedí tiempo...

Desde entonces, siempre, en cada Navidad me llegaba su felicitación, yo le respondía, desde entonces hasta que yo tuve novio formal... misteriosamente dejaron de llegar sus tarjetas a mis manos, (creo que las manos de mi madre sabían algo de estas desapariciones).







jueves, 31 de mayo de 2012

Primavera del 73



Es difícil determinar el horizonte entre la infancia y la juventud; tan difícil cómo me ha resultado comenzar a hablar de esta etapa de mi vida. Lo que sí sé es que entonces era más tardía esa línea.

Aquella primavera estuvo marcada en todo el pueblo con una presencia que resultó, cuanto menos, muy novedosa, y entonces en mi pueblo las novedades eran más que bienvenidas.

Llegaron en dos autocaravanas, se instalaron en La Plaza, (mi pueblo sólo tiene una plaza) creo recordar que vinieron cuatro, tendrían unos 30 años; llegaron las chicas de "La Sección Femenina"... su cometido era reunir en un aula a todas las chicas casaderas y enseñarnos a ser unas buenas esposas y madres, yo tenía catorce años, era del grupo más joven, cada tarde nos enseñaban a coser, bordar, cocinar, a hacer manualidades, algo de puericultura, un poquito de cultura general, y cómo no, bailes regionales, en este caso jotas.

Y con ellas llegó al pueblo una revolución para los mozos, una curiosidad para los niños, los cotilleos para las señoras, un motivo de inquietud para los hombres... y para nosotras, una excusa perfecta para reunirnos todas las muchachas del pueblo.

Al terminar el curso nos dieron un diploma, ya estábamos preparadas para hacerle los garbanzos a nuestro hombre, lavarle los calzones, planchar sus camisas, obedecerle a ciegas y ser una perfecta madre para sus hijos, y, si venia al caso, deleitarle la velada con una danza, aunque se tratase de una jota... El curso era obligatorio, no podías obtener el pasaporte sin ese diploma acreditartivo, y lo que era peor, no podías casarte si no lo presentabas... y para celebrar todo ello como se merecía, hubo una fiesta de clausura del curso con su concurso de cocina, su exposición de trabajos y su correspondiente jota... todo el pueblo acudió a la fiesta muy feliz.

Yo creo que muy cerquita de estos acontecimientos estuvo mi horizonte.




domingo, 5 de febrero de 2012

Medio metro mal medido


 
Me gustaba tirarme al suelo en picado, saltar sobre los montones de trigo que se secaban en la era, sentarme encima del trillo, y jugar a la pelota... Explorar terrenos prohibidos, ser la capitana de los chicos y que me confundieran con uno de ellos... no me importaba ser la fuerte, la rebelde.

Me divertía buscar entre los trapos de mi madre para vestirme de señora, ponerme los antiguos botines de mi abuela y sentarme a escucharle contarme sus historias... Ya por entonces acostumbraba a reunirme conmigo largos ratos, imaginar la vida de la gente.

No soportaba que me peinasen con coletas... ni que me comparasen con mi hermana, quizá por eso nunca me gustó ir a la escuela.

Me gustaba sentarme con mi madre y ayudarle a poner alfileres en la ropa que cosía, y mirarla mientras les daba clases de corte y confección a las chicas mayores... Y escuchar en la radio las cosas de Matilde, Perico y Periquín.

Cuando apenas levantaba dos palmos del suelo, ya me gustaba echarle un pulso a la vida e imaginar que yo ganaba.

Nota: hasta aquí la infancia, o no...

jueves, 26 de enero de 2012

El bosque

Aquel lunes de Pascua, como todos los años desde que yo tengo memoria, todo el pueblo había "subido al Santo" a pasar el día. "El Santo" es un lugar en pleno bosque en el que hay una ermita, allí se guarda la imagen de "Jesús Nazareno" durante todo el año. El Domingo de Ramos, las gentes de mi pueblo van allí y acompañan en peregrinación a la imagen en los cuatro kilómetros que la separan del pueblo. La llevan a la Iglesia y el lunes de Pascua, vuelven en peregrinación a la ermita para guardarla hasta el año siguiente, y ya se pasa el día de campo, con la familia y amigos. Aquel lunes de Pascua, (yo tenía trece años y era, lo que vulgarmente se dice, un chicazo) después de comer me reuní con un grupo de chicos: mi primo, mi hermano, su amigo, el hermano de su amigo, y también arrastré a mi prima, que dicho sea de paso, era una bendita a la que yo llevaba por tooooodos los peligros, y me los llevé a explorar el monte, camino arriba.
El problema vino cuando llegamos a un punto donde ninguno tenía idea de donde estábamos, y yo, como la mayor del grupo y responsable de aquella idea traté de conducirles camino abajo sin saber a donde llegaríamos. Mi esperanza era encontrar el lugar de partida antes de que nadie se diera cuenta, pero dimos un buen rodeo y cuando más asustados estábamos escuchamos las voces de nuestros padres llamándonos, mi gozo en un pozo, aunque estábamos a salvo de peligro... yo, castigadisima.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Diferente


Me hicieron ser diferente a fuerza de golpear mis oídos, mi corazón y mi conciencia... me hicieron ser fuerte, me ayudaron a crecer sabiendo quien soy, me regalaron valor para gritar mis convicciones... Me hicieron ser yo misma, única y diferente, aunque pagué un precio muy alto por ello y de forma indirecta también lo gagó ella, mi hermana.

Las escuelas estaban situadas a las afueras del pueblo, eran dos edificios, el de las chicas y el de los chicos, cada edificio se dividía en dos uno para los pequeños y otro para los mayores... en total cuatro clases, niñas de 6 a 10 años, niñas de 11 a 14, y lo mismo para los niños, el patio del juegos era común para todos, pero apenas coincidíamos en el tiempo de recreo... La maestra de las pequeñas era una señora sorda y algo extraña, mi recuerdo de ella es difuso, me enseñó cosas, y me castigó en pocas ocasiones, creo que yo le caía bien porque era una niña inquieta y curiosa.

El paso a la clase de mayores ya me dejó otro recuerdo mucho más claro, demasiado claro... y es que escuchar cada día varias veces que no eres cómo tu hermana mayor deja huella, la frase más escuchada en esos años fue: Qué diferencia a tu hermana, ella tan buena, tan callada, tan aplicada... cuanta guerra das tú, que impertinente eres, hablas mucho, juegas mucho... uffff.

Y cada día hablé más, jugué más y estudié menos... Incluso en algún momento miraba a mi hermana entre la envidia de no poder ser cómo ella y el valor para gritar que yo era yo... No sé que entendían aquellos maestros por educar...  los maestros de los chicos eran peores, pegaban reglazos en las manos, el de los mayores, incluso sacaba a pasear de vez en cuando a " su señorita" el cinturón, con el que imponía su ley a los chicos más rebeldes... y claro, con esos ejemplos, o te hacías tremendamente obediente, o eras el mayor de los rebeldes.

A pesar de todo tengo recuerdos gratos de los días de clase, siempre una pelota, siempre las risas, los juegos, los ríos de España cantados de memoria... los días de lectura, obligatoriamente Don Quijote de la Mancha y Guirnaldas de la historia... y saltar a la comba, y...

 Afortunadamente quiero mucho a mi hermana y ella lo sabe.

martes, 6 de diciembre de 2011

Primavera del 68


 Era la primavera del 68 y yo no había cumplido los 10 años, la comunicación por aquel entonces era grande entre los vecinos del pueblo, las personas despertaban, asomaban la nariz a la puerta de casa y ya estaban comentando unos con otros el comienzo de cada jornada... en cambio, comunicarse en las distancias era complicado.

 En el pueblo había muy pocos teléfonos, la centralita y alguno más supongo, cuando querías hablar con alguien "pasabas" a verle y cuando alguien enfermaba por la noche, la familia iba corriendo a buscar al médico a su casa...

 Con los seres queridos que vivían fuera de allí nos comunicábamos por correo, (cartas escritas de puño y letra) y cuando había que hablar por teléfono se pedía una conferencia en la centralita, te decían vuelve en media hora y esperabas a que la otra persona fuese avisada en su casa y acudiese a la centralita más cercana para hablar con ella.

 Era la primavera del 68, mi padre había ido unos meses a trabajar a Francia, (cómo cada año) aunque esta vez la primavera fue muy complicada, en el país vecino había una situación política difícil, mi madre se pasaba el día pegada a la radio escuchando las pocas noticias que llegaban, mis hermanos y yo no podíamos entender otra cosa que el miedo en sus ojos, yo no entendía esa palabra nueva, "huelga" y no me atrevía a preguntar nada, no llegaban cartas de mi padre, ni de los otros hombres del pueblo que estaban en Francia... las mujeres andaban preocupadas y los niños en las nubes, recuerdo el día de San Antonio porque había verbena en la plaza, siempre íbamos un rato a la verbena con los demás niños... pero ese día mi madre no nos dejó ir, nos mandaba a la cama después de cenar porque no estaba bien que mi padre pudiese estar, "no se sabía cómo" y nosotros de verbena, y entonces, mi hermana mayor se enfadó y se fue a la cama sin cenar, yo dije que la seguía y mi hermano pequeño se unió a nosotras... y sin saberlo, hicimos nuestra huelga... aunque mi madre entró varias veces a preguntarnos si teníamos hambre, y cada vez que preguntaba, pensábamos, si pregunta otra vez cenamos, las chicas no lo hicimos, mi hermano, (que al ser más pequeño no le cabía un gran enfado en el estómago) a la tercera vez de repetirse la pregunta, respondió con otra pregunta: Mamá ¿Qué había para cenar?

Resulta extraño imaginar ahora, cómo era cuando nuestra mano terminaba en dedos, no en un móvil, resulta extraño creer lo dificil que era hablar con alguien que estaba a unos kilómetros de distancia, pero yo recuerdo cuando mi madre me mando a la centralita a pedir una conferencia con Francia, y la de veces que tuve que ir porque no había manera de poder comunicar con mi padre, y mi madre que necesitaba hablar urgéntemente con él... debía saber que mi abuela, (su madre) estaba muy enferma... y resulta extraño recordar, que después de varias horas de idas y venidas a la centralita, para cuando mis padres lograron comunicarse, ya doblaban las campanas por ella...

 ELLA: mi abuela Pilar

Era cabellos blancos
y corazón amable.
Era música y nostalgia,
era abrazos que acunan
y era manos que peinan,
y miradas cansadas.
Era mi propio nombre
que entonces era suyo.
Era parte de mí,
yo lo sabía.