martes, 6 de diciembre de 2011

Primavera del 68


 Era la primavera del 68 y yo no había cumplido los 10 años, la comunicación por aquel entonces era grande entre los vecinos del pueblo, las personas despertaban, asomaban la nariz a la puerta de casa y ya estaban comentando unos con otros el comienzo de cada jornada... en cambio, comunicarse en las distancias era complicado.

 En el pueblo había muy pocos teléfonos, la centralita y alguno más supongo, cuando querías hablar con alguien "pasabas" a verle y cuando alguien enfermaba por la noche, la familia iba corriendo a buscar al médico a su casa...

 Con los seres queridos que vivían fuera de allí nos comunicábamos por correo, (cartas escritas de puño y letra) y cuando había que hablar por teléfono se pedía una conferencia en la centralita, te decían vuelve en media hora y esperabas a que la otra persona fuese avisada en su casa y acudiese a la centralita más cercana para hablar con ella.

 Era la primavera del 68, mi padre había ido unos meses a trabajar a Francia, (cómo cada año) aunque esta vez la primavera fue muy complicada, en el país vecino había una situación política difícil, mi madre se pasaba el día pegada a la radio escuchando las pocas noticias que llegaban, mis hermanos y yo no podíamos entender otra cosa que el miedo en sus ojos, yo no entendía esa palabra nueva, "huelga" y no me atrevía a preguntar nada, no llegaban cartas de mi padre, ni de los otros hombres del pueblo que estaban en Francia... las mujeres andaban preocupadas y los niños en las nubes, recuerdo el día de San Antonio porque había verbena en la plaza, siempre íbamos un rato a la verbena con los demás niños... pero ese día mi madre no nos dejó ir, nos mandaba a la cama después de cenar porque no estaba bien que mi padre pudiese estar, "no se sabía cómo" y nosotros de verbena, y entonces, mi hermana mayor se enfadó y se fue a la cama sin cenar, yo dije que la seguía y mi hermano pequeño se unió a nosotras... y sin saberlo, hicimos nuestra huelga... aunque mi madre entró varias veces a preguntarnos si teníamos hambre, y cada vez que preguntaba, pensábamos, si pregunta otra vez cenamos, las chicas no lo hicimos, mi hermano, (que al ser más pequeño no le cabía un gran enfado en el estómago) a la tercera vez de repetirse la pregunta, respondió con otra pregunta: Mamá ¿Qué había para cenar?

Resulta extraño imaginar ahora, cómo era cuando nuestra mano terminaba en dedos, no en un móvil, resulta extraño creer lo dificil que era hablar con alguien que estaba a unos kilómetros de distancia, pero yo recuerdo cuando mi madre me mando a la centralita a pedir una conferencia con Francia, y la de veces que tuve que ir porque no había manera de poder comunicar con mi padre, y mi madre que necesitaba hablar urgéntemente con él... debía saber que mi abuela, (su madre) estaba muy enferma... y resulta extraño recordar, que después de varias horas de idas y venidas a la centralita, para cuando mis padres lograron comunicarse, ya doblaban las campanas por ella...

 ELLA: mi abuela Pilar

Era cabellos blancos
y corazón amable.
Era música y nostalgia,
era abrazos que acunan
y era manos que peinan,
y miradas cansadas.
Era mi propio nombre
que entonces era suyo.
Era parte de mí,
yo lo sabía.

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