miércoles, 30 de noviembre de 2011

El tesoro del pirata


 En casa había un corral, cómo en todas las casas del pueblo, y en el corral se criaban conejos y gallinas, los conejos estaban encerrados en una gran jaula y las gallinas correteaban libres por el corral, (años más tarde, me apenó mucho que mi niño chiquitín confundiera a las palomas de la Plaza del Pilar, llamándolas gallinas).
 Al parecer, las gallinas no deben de ser tan tontas cómo creemos, no les gustaba nada "regalarnos" sus huevos, y acabaron escondiéndose en ese rincón para ponerlos, se metían por esta entrada que era reálmente pequeña y cómo mi madre no podía entrar a cogerlos, me encargaba yo de hacerlo.
 A simple vista se puede pensar que era una tarea desagradable, pero para mí era estupendo, me entretenía mucho dentro de esa pequeña cueva y mi madre siempre salía a buscarme impaciente, pero es que allí según me contó mi abuela, un abuelo suyo escondió una vez el dinero que le pagaron por una cosecha... ¡Un tesoro! yo me pasaba el tiempo soñando con encontrar el tesoro escondido por ese tatarabuelo que yo disfrazaba de pirata en mi imaginación... Hasta que mi madre venía a recordarme que yo estaba al otro lado del cuento.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El río



En primavera nos gustaba ir a jugar a la orilla del río, mojarnos los pies, coger flores y, sobre todo, buscar cucharetas, había muchas, jugábamos a ver quien las aguantaba más en la mano, a mí el tacto de las cucharetas me daba escalofríos.

No es que entonces el río fuese muy caudaloso pero siempre había agua, decían que el Señorgarcés se bañaba allí cada día, incluso en invierno, que rompía el hielo y se metía completamente desnudo. También decían que por eso estaba muy sano... El Señorgarcés era otro personaje extraño, le gustaba que los domingos, a la salida de misa, fuésemos todos los niños a saludarle y le llamásemos tío, entonces él nos daba una peseta para que comprásemos caramelos... creo que a su señora no le gustaba mucho ver una fila de niños a su alrededor, ella (siempre muy elegante) se marchaba calle abajo con la cabeza alta y el paso digno.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Estrafalaria


 Los domingos por la mañana había que ir a misa, mi madre nos aseaba con esmero, (aunque eso lo hacía cada día) nos ponía los vestidos bonitos, ella se pasaba horas cosiendo para que tuviesemos un vestido especialmente bonito para los domingos, a mi hermana y a mí nos los hacía iguales y a mi hermano le hacía una camisa como nuestros vestidos y un pantalón que combinase y cuando íbamos a misa estábamos guapisimos. En la iglesia había un lado de bancos de mujeres y otro de hombres y hacía mucho frío, creo que incluso en el verano hacía frío allí.
 Cuando terminaba la misa, yo me marchaba con mis amigas a pasear por la carretera, entonces apenas pasaban coches y la carretera estaba bordeada de árboles, nos sentábamos en los malecones... en el centro se sentaba "ella"... ella era la señora rara, se llamaba Josefinacuartero, y a las madres no les gustaba que hablasemos con ella, por eso nos encontrábamos en la carretera, a la salida del pueblo... Josefina nos contaba historias fantásticas que nos llevaban a sitios increibles, la escuchábamos embelesadas... entre otras cosas supimos por ella que hay siete cielos, que la vida no termina con la muerte, que el quinto cielo, (en el que ella ya había estado) era el más bonito. Aunque en el pueblo la llamaban "estrafalaria"... estrafalaria es una definición de persona extraña que no se comporta de acuerdo a ningún patrón estrablecido, sin llegar a loca, porque loca ya sería que es peligrosa... estrafalaria era una persona a la que los mayores miran por encima del hombro y a quien los niños miran con asombro. A Josefina la mirábamos con asombro embelesado, nos regalaba estampas de santos, escapularios, medallitas de alguna virgen... pero el mejor regalo que nos hacía eran sus increibles historias.
 Luego al llegar a casa, cuando las madres preguntaban dónde habíamos estado, mirábamos para otro lado mientras respondíamos: por ahi, dando una vuelta.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El barbero


El Señor Dionisio era el practicante de mi pueblo, que no es que practicase nada, ponía las inyecciones, también era barbero y sacaba las muelas... En el patio de su casa tenía la barbería, una puerta la separaba del cuarto donde ponía inyecciones y sacaba muelas, yo a mis 6 añitos era asidua a ese cuarto y recuerdo encontrarme allí siempre a la niña que se hizo mi amiga unos meses después, éramos las únicas niñas que no lloraban nunca por que nos pincharan... bueno yo entonces apenas lloraba por nada, creo que comprendí pronto para lo poco que servía.
El barbero de mi pueblo también fue el encargado de ayudarme a llegar al mundo, decía mi tía que yo llegué metiendo prisa y el médico no pudo asistir al parto, así que fueron las manos del Señor Dionisio, al que fueron a buscar al huerto, las primeras que me encontré.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Leches



 Mi casa era una casa grande, o yo muy pequeña, estaba en lo alto de la cuesta que forma mi calle, una calle larga... bueno puede que no tan larga, pero para recorrerla entera yo tenía que dar muchos pasos.
 Mi primera maestra se llamaba Doñamaria, sólo recuerdo que era mayor (vieja), aunque a mis 4 años me parecían viejas casi todas las personas... recuerdo que al entrar en la escuela había un olor a leche en polvo, la leche que desayunábamos cada mañana allí por obra y gracia de los americanos, y los rezos, no, no era un colegio de monjas, era la escuela de un pequeño pueblo... y en el mes de Mayo, todas las tardes cantábamos: Con flores a María.
 Y el amigo de mi hermano que estaba convencidísimo de que cuando él fuese maestra y Doñamaria fuese chico, no la pasaría de la "O".
 Y la pelota escapando de mis manos calle abajo, y mi vecina enfadada por nuestros juegos en la calle, y... qué oscura estaba la esquina de la calle en las tardes de invierno.

Segunda afirmación: todo parece muy grande cuando tu eres muy pequeño.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Curiosidades


De niños tenemos una curiosidad desmedida, la mía me llevaba a descomponer todo lo que caía en mis manos. Me contaba mi madre que cuando ella estaba muy ocupada, me ponía en la cuna con una muñeca y yo me queda a un rato callada y feliz, eso sí, la pobre muñeca quedaba con los brazos arrancados y descabezada. Una día cuando terminé de descomponer la muñeca, comencé a desenroscar la "pera" (ese antiguo interruptor de luz)... y cómo entonces la corriente eléctrica no se desconectaba, me dio un chispazo, un grito alertó a mi madre y se quedó instalado en mi memoria.

Primera afirmación, desde chiquitina mi curiosidad no conoce barreras.

Segunda pregunta, ¿En cuántos pedazos se puede descomponer un artilugio de aquellos?

viernes, 11 de noviembre de 2011

Quién sabe




¿Quién sabe cuando empiezan los recuerdos?
Me recuerdo muy pequeña durmiendo en la cuna, desperté sin poder moverme, algo me tenía atrapada, estaba oscuro... La sensación era terrible, yo tan pequeña, todavía vivía en un mundo desconocido del que no entendía nada.

Me rescataron las manos de mi madre de mi extraña prisión... pero aun creo recordar su voz cuando me buscaba entre las sábanas... Y recuerdo haber visto la luz cuando conseguí sacar la cabeza de aquel lío de ropas.

Primera pregunta, ¿Cuando empiezan los recuerdos?

Mujeres


Las mujeres de mi familia, que ya no están físicamente conmigo, pero si miras en mis adentros, encontrarás una huella profunda de cada una.

Mi madre fue una gran señora, cómo todas las madres. Ella soñaba cada día con escapar del cuento que le fue adjudicado. Me senté muchas tardes a escuchar sus silencios, mientras ella remendaba sonrisas al son de dos caricias, y todavía le sobraba una mano para batir ternuras hasta el punto de nieve. Ella, a la que no me atrevía a formularle mis preguntas por temor a asustarla; a la que siempre acudo cuando me puede el miedo, y a la que jamás he podido explicarle las cosas que me escuecen... en el fondo estoy segura de que siempre las supo.

 Mis abuelas, tan diferentes ellas, mientras una rezaba y se afanaba por echar una mano en todas las tareas de la casa, la otra me enseñaba el valor para afrontar la vida con hermosas melodías, peinaba mis cabellos y acunaba mis duendes para dormirlos.

 Mi tía paterna, siempre con una canción en los bolsillos, amaba la música y añoraba en ella los pasados. Algunas veces sentía la necesidad de la tristeza, y cantaba, ella siempre cantaba para mecer las penas y acallarlas. Y las otras tías, siempre cerca, porque en aquel tiempo de mi niñez, la familia era extensa y cercana. 

De todas ellas pude aprender mil cosas, la generosidad, el pudor, la incansable entrega a la familia.


jueves, 10 de noviembre de 2011

La llegada


Mi abuela hubiese dicho que corría el mes de Octubre, y mi tía le respondería que era yo la que corría. Al parecer tuve mucha prisa por meter las narices en este absurdo mundo y no pensé dos veces la locura que hice. Tanta prisa tenía que perdí en el camino mil cosas necesarias, según dijo mi madre me olvidé la cordura, un poco de prudencia y unas cuantas paciencias.

Y claro, con las prisas, se quedaron rondando por el mundo anterior mil y alguna respuesta, ahora que ya es tarde y yo me hago preguntas, a ver quien es el listo capaz de responder.