jueves, 31 de mayo de 2012

Primavera del 73



Es difícil determinar el horizonte entre la infancia y la juventud; tan difícil cómo me ha resultado comenzar a hablar de esta etapa de mi vida. Lo que sí sé es que entonces era más tardía esa línea.

Aquella primavera estuvo marcada en todo el pueblo con una presencia que resultó, cuanto menos, muy novedosa, y entonces en mi pueblo las novedades eran más que bienvenidas.

Llegaron en dos autocaravanas, se instalaron en La Plaza, (mi pueblo sólo tiene una plaza) creo recordar que vinieron cuatro, tendrían unos 30 años; llegaron las chicas de "La Sección Femenina"... su cometido era reunir en un aula a todas las chicas casaderas y enseñarnos a ser unas buenas esposas y madres, yo tenía catorce años, era del grupo más joven, cada tarde nos enseñaban a coser, bordar, cocinar, a hacer manualidades, algo de puericultura, un poquito de cultura general, y cómo no, bailes regionales, en este caso jotas.

Y con ellas llegó al pueblo una revolución para los mozos, una curiosidad para los niños, los cotilleos para las señoras, un motivo de inquietud para los hombres... y para nosotras, una excusa perfecta para reunirnos todas las muchachas del pueblo.

Al terminar el curso nos dieron un diploma, ya estábamos preparadas para hacerle los garbanzos a nuestro hombre, lavarle los calzones, planchar sus camisas, obedecerle a ciegas y ser una perfecta madre para sus hijos, y, si venia al caso, deleitarle la velada con una danza, aunque se tratase de una jota... El curso era obligatorio, no podías obtener el pasaporte sin ese diploma acreditartivo, y lo que era peor, no podías casarte si no lo presentabas... y para celebrar todo ello como se merecía, hubo una fiesta de clausura del curso con su concurso de cocina, su exposición de trabajos y su correspondiente jota... todo el pueblo acudió a la fiesta muy feliz.

Yo creo que muy cerquita de estos acontecimientos estuvo mi horizonte.




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